Este año se cumple el 40 aniversario de las grandes inundaciones del Pirineo. La situación sinóptica venía marcada por una gran borrasca situada en el oeste de Galicia, con una presión mínima que a su núcleo era inferior a los 970 hPa. En el centro y este del continente europeo un anticiclón bastante firme mantenía el tiempo estable en aquella zona, y entre los dos grandes centros de acción se generó una fuerte circulación de vientos del sur que afectó buena parte de Europa occidental y que provocó grandes inundaciones en el Pirineo.
En la Península Ibérica, los días previos, la masa de aire era bastante cálida, pero la llegada de una gran borrasca por el Atlántico, con aire frío en altura, aproximadamente unos -25 °C a 5500 metros, junto con la elevada carga de humedad que transportaba a todos los niveles de la troposfera, interactuó con este aire cálido y se generó un cóctel explosivo. Se desencadenaron grandes inundaciones, especialmente a puntos del Pirineo de Girona y de Lleida, llegando también a otros puntos del Pirineo, como Andorra o el sur de Francia. En este sentido, las zonas más afectadas fueron las de montañas orientadas en el sur y suroeste, donde el viento cargado de humedad favorecía la condensación de la nubosidad productora de precipitaciones.
Algunos de los registros más importantes fueron los 610 litros de Vallcebollera, situado en la cara norte del Puigmal, o los 555 litros en solo 48 horas de La Molina. Otros registros de precipitación se situaron entre los 200 y los 500 litros, la mayoría de ellos a los contrafuertes pirenaicos.
Los ríos se desbordaron y se inundaron parcialmente algunas poblaciones. En el caso del Segre, a su paso por Lleida, el caudal máximo que se grabó fue de 2385 m³/s, cuando la media son unos 85 m³/s. Esto provocó que ciudades como La Seu d’Urgell, Balaguer o Lleida, se inundaran en los tramos más próximos al río.
Otros ríos tampoco se salvaron de las fuertes avenidas, por ejemplo, el Llobregat. En este caso, el embalse de la Baells no pudo soportar más cantidad de agua y se tuvieron que abrir las compuertas. Este hecho provocó el destrozo de puentes y caminos, así como, graves afectaciones en edificios, monumentos y empresas del sector textil situadas al lado del río.
En el caso de Andorra, La Valira arrastró coches y edificios. Además, se contabilizaron hasta 12 desaparecidos y 7 víctimas mortales.
La gran cantidad de lluvia recogida también provocó el incremento del caudal de los ríos en su tramo bajo, esto provocó graves desperfectos en zonas de cultivo o empresas ganaderas.
Los desprendimientos también afectaron a numerosos lugares, pero destacan las que afectaron La Pobla de Lillet y el Pont de Bar, donde hubo multitud de destrozos. De hecho, gran parte del enclave de Pont de Bar se hundió, circulando aguas abajo del río Segre. Del antiguo pueblo solo quedan algunas casas en runa, pero ya no vive nadie. Este núcleo de población una vez pasó el episodio se reconstruyó en una zona más alejada del río, pero el número de habitantes ha disminuido. Un tercer desprendimiento afectó a la Guingueta d’Àneu, donde una colada de barro causó numerosos desperfectos en algunas casas.
Estos desprendimientos además provocaron graves desperfectos en la red ferroviaria, en carreteras y muchas poblaciones tuvieron problemas con el suministro de agua, luz y teléfono. Varios pueblos estuvieron incomunicados durante más de una semana.
Las pérdidas económicas fueron millonarias, de hecho, la cantidad se estableció en 45.000 millones de pesetas de la época, unos 270 millones de euros. Además, se tuvieron que lamentar hasta 26 vidas humanas, 14 en el caso de Cataluña. Todo ello hace que, según el ACA, fuera el episodio de inundaciones en Cataluña más importante desde el 1940.